Ricardo Picó –el compañero, anteriormente conocido como “El MachuPichu”- ayer me regaló la oportunidad de mezclar mi acento con el suyo, de poner en mi boca sus palabras en la presentación de su poemario “Metamorfosis Poética”.
Reconozco que llegué al acto realmente cansado… Desde las 7 de la mañana no había parado, pero me comprometí a estar con él y cumplí (esto de que empiece a cumplir con mis compromisos a algunos les va a hacer que se tiren de los pelos… pero que no se preocupen, de aquí a cien años: todos calvos). Y cumplí no por interés sino por admiración.
He empezado de manera dura llamándole por su apodo… por el apodo de quienes no entendíamos nada… La ignorancia saca de nosotros, disfrazada de aprecio, ese racismo interior que aunque lo queramos negar deja sus poso. Si le he llamado así ha sido para públicamente pedirle disculpas por ese exceso de aprecio que en el fondo más que una burla a él es una burla a nosotros mismos, a nuestro desconocimiento con lo diferente –Llamar MachuPichu a un Ecuatoriano es como llamar “TorreEiffelense” a un andaluz -. Confío en que a partir de ahora muchos aprendamos a hablar de él por su nombre RICARDO PICÓ y que algún día goce la familiaridad que confiere la amistad de llamarle como quienes le quieren: “gordito” jeje.
Conocí en la presentación a hombres y mujeres preocupados por el futuro, pero sobretodo comprometidos con el futuro y la cultura. A hombres y mujeres que en algún momento han confiado en el partido y este les ha devuelto la confianza con el título de “mano de obra” –otro error… las y los compañeros aportan, no solo ensobran, encartelan o llaman para recoger votos internos-… Entiendo que hoy no estén tan cerca como desearía, confío en que algún día les demostremos que esta, la casa del pueblo, es su casa.
Y acabo dándole un mensaje directamente a Ricardo:
Querido Ricardo:
Gracias por confiar en mí para recitar tu poema “La niña de enfrente”, mientras lo leía pensaba en el niño de enfrente… en ese niño al que amo, que no está conmigo, al que nunca me he atrevido a decirle nada y que “para mi es prohibido” pues soy consciente de “lo de los dos lo juzga la gente”.
Ya te lo dije ayer… Me encantó la sencillez de tu poesía, una sencillez que demuestra pureza. Una sencillez que me hizo recordar lo importante que es la poesía del pueblo, una poesía que un alicantino clásico le haría recordar a los “Romanços de Cec” que se cantaban en las calles y plazas. Gracias por tu compromiso, por tus horas dedicadas a nuestro partido, por esa creatividad que llena de tinta las hojas en blanco… Gracias y perdona por no haber sido valiente antes y no haber gozado de tu amistad más tiempo, perdona por haberme comportado como aquello que detesto, poniéndote la marca de una familia del socialismo. Soy un ignorante, gracias por ayudarme a aprender. El presente es de los valientes y tú lo eres.
